miércoles, 5 de agosto de 2009

CONOCIENDO LA REALIDAD

Cuál es el mundo real,
¿el que he vivido toda mi vida,
o el que estoy conociendo?

Cuando digo mundo real, le doy una connotación universal, me desplazo más allá de puramente lo material, y observo desde una perspectiva más amplia, como si no hubiera nacido donde nací, como si fuera un alma que tiene acceso a conocer y a buscar también en otras dimensiones. Porque creo en el alma, creo en que somos espíritus que nos materializamos en un cuerpo para poder ser. Simplemente para eso, para ser personas, aprender y empezar a recorrer el camino que nos va a llevar a ser más completos y de vuelta a nuestra esencia, al universo donde fuimos creados y al que pertenecemos.
No voy a filosofar, porque no tengo mucha idea y conocimiento de filosofía, son mis convicciones, y mi lógica me ha llevado a creer en todo esto. Porque hay un lugar donde todos nos vamos a encontrar, donde no vamos a ser distintos, donde lo único que nos va a diferenciar va a ser nuestra historia, que no es más que todo el camino que tuvimos que recorrer para llegar... unos más largo, otros más corto.
Empecé a convivir más con los niños de la calle, y conocí al resto de la caleta del puente Bulnes. Conocí al Gatica, a la Silvia, al Párbulo, al Coki, al Chureja, al Darwin y a la Eli, a la Vero, al Laucha, al Abraham, al Jonathan... al Monito... Todos vivían en unos colchones, bajo frazadas al costado de la carretera de la calle Vivaceta, en el cruce de las carreteras nuevas... y al otro lado del río Mapocho. Todo era increíble. Niños de 12, 14 y en general de 15 y 17 años, viviendo solos en ese lugar sucio, lleno de ratones y ropa tirada por todos lados, piedras y perros tiñosos que los acompañan y les comen lo poco que tienen. Bidones de bencina y botellas con tolueno, calman su hambre y sus inquietudes. No sabía que la bencina también la aspiraban.
¿Quienes son los inescrupulosos bomberos de las bencineras que les venden pocos pesos de bencina a estos niños para que se vuelen? Obviamente se deben dejar esos pocos pesos para ellos, o a lo mejor creyendo que les hacen un favor, se las regalan. ¿No tendrán hijos esos pelotudos?
Pero también he aprendido que no se puede juzgar a nadie. Uno en estas condiciones de vida, empieza a vivir sobreviviendo, y la gente que no entiende nada, prefiere no preguntar, dejan pasar el tiempo y ojalá pase lo más rápido posible, para no ver y no fijarse en lo que realmente pasa.
La vida de estos niños parece irreal, parece marginal, parecen parte del paisaje, nadie los ve, nadie los oye, y ellos viven y son personas iguales a nosotros. La única diferencia que marcan es que no tienen a donde vivir, y que han probado la calle, que los acoge en cualquiera de sus rincones, han encontrado en ella un refugio para estar… para poder ser...
Voy conociéndolos y voy queriéndolos y necesitando verlos cada vez más. Estos niños son cálidos y cariñosos, son acogedores, pero no nos creen, no creen que vamos a volver, y cada vez que nos vamos nos miran con una súplica de ¿Por qué te vai tía loca? ¿Vas a volver? A veces nos llevamos su ropa, para lavarla y así quedamos enganchados para tener que volver a traérselas. Niños, qué necesitan? Casi desilusionante: zapatillas, tía... un celular tía, una tele... Según lo que nos han enseñado, ellos necesitan comer... lo que menos les importa... Todos les dan de comer... ya no quieren más...
Qué quieren entonces? Quieren ser como nosotros, y creen que si tienen ropa a la moda, nueva y cara, van a ser como nosotros. Eso es, la imagen... de eso vivimos nosotros y eso es lo que proyectamos hacia ellos... Apariencias... nada más...
Siento que estos niños son muy superiores a mi, que la fuerza que han tenido que tener para sobrevivir en estas condiciones es increíble. Ninguno está enfermo, ninguno tiene su cabecita mala, todos pasan volados con bencina o con tolueno su vida para evadir el dolor, la soledad, el verdadero desconsuelo con que subsisten.
Pero cuando nos enfrentamos unos a otros, no son distintos, por ejemplo, lo que uno cree de la gente de la calle tiene que ver con la higiene. No son sucios. Viven en la peor inmundicia, pero ellos no son sucios. Se bañan todos los días, en una cañería que rompieron para poder tener agua limpia. Lavan su ropa, compran detergente con lo que machetean de los autos que pasan por la carretera, y lavan su ropa... y cuando ya la han usado mucho tiempo... una semana o un poquito más, la tiran y no la usan más. Para ellos es importante estar limpios, y llevar ropa limpia. Eso me impresionó, ya que uno cree que son sucios, que ni se dan cuenta de que sus cuerpecitos están sucios, que soportan más la mugre. ¿Porqué, me pregunto, llegamos a pensar esas estupideces? ¿Acaso no son como nosotros? ¿Cuál es la diferencia? Solo marca la diferencia el que nosotros si tenemos donde vivir... y somos tan apegados a las comodidades que aunque lo pasemos pésimo en nuestras familias, aunque no seamos felices, nos quedamos, y no luchamos por nuestras vidas. Ellos no. Ellos salen de sus casas, pobres, han vivido en poblaciones pobrísimas, donde las mujeres se prostituyen donde los padres son drogadictos y alcohólicos, y abusan de sus niños, los maltratan y los golpean, porque ya no dan más con su pobreza, y con su poca cultura o su vida instintiva, se siguen llenando de cabros chicos sin poder ni siquiera mantenerse ellos, y descargan su rabia y su impotencia en los niños que son inocentes criaturas que nacen, que no debieran nacer... nacen para venir a complicar y a hacerles más horrible la vida, la pobre vida que llevan sus padres.. Pareciera que ellos comprenden esto, que saben que no son bienvenidos... y buscan por su cuenta la sobre vivencia. Al irse de sus casas, y ver la mejor manera de vivir, desde muy pequeños, casi comprenden que les hacen un favor a esas personas que los trajeron al mundo sin ninguna conciencia, saben que esos padres, si se les puede llamar así, no van a salir a buscarlos, a lo más los encomiendan al cielo para que estos niños sobrevivan lo mejor que puedan... Es algo que viven a diario, de sus cinco o seis niños, cinco o seis se van a la calle a sobrevivir, ya son seres humanos autónomos que tienen que buscarse su propia vida, porque sus padres no son capaces de hacerse cargo de ellos.
Todos tienen sus familias, y de vez en cuando las visitan. Pero no son hijos, ni hermanos, ni parientes de nadie. Son sus raíces las que buscan cuando van a sus familias... y no se hallan, y la madre o el padre, que generalmente están cada uno por su lado, podridos en alguna parte... los acogen no mas que por un rato, y vuelven estos niños a cobijarse en las orillas, en las rocas del río Mapocho, debajo de los puentes, donde nadie pueda verlos.
No se trata entonces de mundos irreales o reales, se trata de un mundo donde conviven distintos tipos de personas, en el cuál todas son seres humanos, que lo que las diferencia son las oportunidades con las que nacen, que se les presentan abriendo un ojo a este mundo. El mundo es uno, y es lo que yo busco, conocerlo, en todos sus aspectos... en todos sus rincones y conocer y compartir como se pueda con gente como estos niños, que si bien creemos erróneamente que pueden aprender algo de nosotros, nos enseñan que si existe un lugar donde todos vamos a estar, donde no van a existir estas diferencias y que más que lo que nosotros podemos enseñarles, ellos pueden mostrarnos todo un despliegue creativo con el que han podido soportar el vivir sin que nadie sepa, sin que nadie tenga acceso a su verdadero dolor.. ¿Se cuestionan como nosotros que nunca estamos conformes y somos víctimas de una realidad injusta y cruel? No. Solo viven y sobreviven, para que? Para eso, para enseñarnos que existen, y que el mundo es mucho más grande y más extenso de lo que creemos y que por lo tanto hay cabida para todos y todos estamos en lo mismo. Viviendo de la mejor manera que podemos hacerlo. Y nosotros, mucho más fácil, mucho más tranquilos y cómodos que ellos.
¿Cómo, digo yo, podemos dudar siquiera que estos niños tengan abiertas las puertas del cielo desde que nacen?

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