martes, 4 de agosto de 2009

EL GUATON PATO

La primera vez que fui a la caleta Bulnes, me perdí. Seguí el auto de las demás un rato, pero lo perdí de vista. No me esperaron, pero yo estaba muy convencida de llegar, aunque nunca había ido, y no sabía donde quedaban las caletas. Seguí por Bellavista, bordeando el río Mapocho, y llegué a la calle Bulnes. Por ahí doblé a la derecha y topé con la carretera que bordeaba el río. Había una entrada a un terreno, (el parque de los Reyes) y al fondo, se divisaban unas canchas de fútbol. Dejé el auto ahí estacionado, y caminé por el puente mirando hacia abajo. Divisé algunos niños. Como pude, escalé por las piedras y bajé. No estaban todos los niños. Solo, el guatón Pato, el Koki y el Chureja. El Koki, volado o curado tirado en un colchón, muerto de la risa se escondía para que no lo viéramos en esas condiciones, y el Chureja, en la misma… No entendían nada. Mis amigas los abrazaban y se reían con ellos, y yo no podía creer que tuvieran tanta cercanía, y que no les diera nervios ese colchón asqueroso... los niños estaban pasados a tolueno…
Con el tiempo aprendería que todos esos olores y todo ese entorno, era lo más maravilloso que existía y que no daba más que gozo, acercarse a los niños para abrazarlos y besarlos.
El guatón Pato, estaba sentado cabizbajo, supe que lo estaban buscando en su población para pegarle, así es que había venido al puente a quedarse escondido. Había defendido a su polola de unos maleantes, y éstos querían matarlo. Me estremecí con la historia. Cada uno de los niños tenía historias increíbles, que si bien uno las veía en las películas de la tele, ellos las vivían cotidianamente. Después de un rato tratando de conversar algo con los dos niños muy volados, aburridos con nosotros, se pararon como pudieron y se fueron, no sin antes darnos unos besitos desabridos y pasados a tolueno. El guatón Pato, seguía cabisbajo, y no se movió de donde estaba. ¿Se iba a quedar solo? ¿Ahi? No pude soportarlo.
- ¿A dónde vas a almorzar? - Le pregunté.
- Aquí no más tía, no puedo irme pa la casa, me persiguen…
- Vamos a mi casa...- le ofrecí
- ¿En serio? - No podía creerlo...
- Si, vamos.
Nos despedimos de mis amigas, que me miraron atónitas, y partí con el guatón Pato, un cabro de unos 20 años, que no pude dejar ahí botado. No, no lo conocía, pero no pude dejarlo solo ahí, un lugar pedregoso y sucio, sin nada para comer. Después aprendí que esa era la vida cotidiana de estos niños, ese era su "habitat".
Nos fuimos conversando en el auto, y me contó muchas cosas y la pelea en la población por su polola, y porqué no podía volver.
- Tía, después me lleva a la casa de la “apícola”,.. - me pidió
Qué era eso? No le entendí bien. Apícola... avícola... Me imaginaba un galpón lleno de pollos, o de trozos de pollos por todos lados, en el que en algún rincón el guatón Pato dormía o se alimentaba... no sé...
Llegué a mi casa, a almorzar con el guatón Pato. Allí estaban mis niños esperándome, se los presenté y se cayeron bien, lo pasaron regio conversando durante el almuerzo. No dije mucho donde lo había encontrado, para que no lo miraran raro. O no lo analizaran mucho. Después de almuerzo, partimos a la “Apícola”, que era nada más ni nada menos que una casa de acogida para niños de la calle que tenían en La Reina, los dueños del Restaurante “La Píccola Italia”. Así se entera uno de las distintas buenas obras de la gente. Desgraciadamente, el año 2008 esa casa, donde habían varios niños y niñas, que ya llevaban más de 6 años acogidos, se tuvo que cerrar, porque los dueños del restaurante quebraron, y no pudieron seguirla solventando. Llegamos a una casa grande con piscina, y nos abrió la puerta la Carolina, desconcertada y no muy contenta de ver al guatón Pato parado ahí conmigo.
- Vengo a dejar al Pato que me pidió que lo trajera. – puse mi mejor cara de niña buena.
- No, puh, no puedo aceptarlo. La tía Cecilia no está y este gallo deja puras cagás aquí no más… me sorprendí...
- Pero y qué hago... dónde lo dejo?… Me cayó pésimo el hecho que no lo acogieran. ¿Para qué estaban? No entendía nada... Después comprendí que no es llegar y recibir a un niño y acogerlo, y sobretodo uno no tan niño. Son manipuladores, y sacan provecho de las casas que los acogen, incluso les roban, y luego quieren que los reciban. El guatón Pato, ya había estado ahí, y no se había portado muy bien. Además que se arrancan y dejan todo botado, y vuelven a la calle. Nunca permanecen más de una semana en esos lugares... La Carola llamó a la tía Ceci por celular, y la comunicó conmigo.
- Hola tía Ceci, soy Loreto, trabajo con la Pía Salas en el proyecto casaEncanto... vengo con el guatón…
- No mija, - me interrumpió furia la tía Ceci del otro lado del teléfono.
- Ese niño no lo puedo recibir. No. Por ningún motivo.-
- Es que si lo dejo en el puente le van a pegar...
- Que le peguen, por algo será, si anda haciendo tonteras, que las asuma no más...
- Pero tía CECI…
- No puedo… lo siento, yo no quiero na con ese cabro, dile que lo quiero mucho, pero que tiene que ponerse las pilas para que pueda salir de sus problemas, ahí lo recibimos, ahí lo esperamos. Chao, Loreto, después conversamos mejor y gracias -
Nos despedimos de la tía Carola... y nos fuimos. ¿Qué hacía yo ahora con el guatón Pato? ¿Cómo lo iba a dejar en la calle? Era de noche, y él me dijo que iba a ir a hablar con un tío para que le diera trabajo, que tempranito se iría de mi casa y no molestaba más. Bueno, lo traje a alojar a mi casa. Estaba el Martín, mi hijo de 14 años, y un amigo... Le pedí al guatón que se portara bien, y con su carita súper convincente asintió humildemente y se tiró en un sillón en la pieza del Martín. Ahí durmieron los tres, lo pasaron regio según contaron, y el guatón se levantó tempranito y me pidió que lo dejara en el centro.
Esa fue mi primera experiencia con los niños de la calle. Nada pasó, alojé a uno, lo mezclé con mis hijos, y se portó como un rey. Nada de enfermedades ni de droga, ni nada raro. Uno más de la casa, que lavó los platos, se bañó, y durmió como un angelito sin molestar a nadie. El Martín y su amigo, gozaron contándome las aventuras del guatón Pato, quién toda la noche los mantuvo despiertos llenándolos de historias entretenidas de la calle que sé les va a hacer bien conocer.
Del guatón Pato no supe más, hasta que un día, iba con el Koki en el auto por Providencia, y lo vimos vendiendo puzzles y crucigramas en la calle, le toqué la bocina, y corrió al auto y se subió.
– Hola tía...
- ¿Cómo estai, Pato?
- bieeen, mire, estoy trabajando... estoy viviendo con mi polola y tenemos que mantenernos... me ha ido bien...
– Pucha Pato, pórtate bien y cuídate ya? Te quiero mucho...
- yo también tía...
Se bajó del auto corriendo y se subió a una micro, sin antes dejarnos hartas revistas para hacer puzzles. Qué alegría, estaba súper, el Koki se alegró mucho de verlo.



3 comentarios:

  1. El otro día vino el guatón, está flaco y trabajando. Ahora vive con su familia y tiene un hijo a quien cuidar..

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  2. Pato, hemos empezado una etapa nueva. Llegaste a mi casa muy angustiado y triste. Me dije, ya basta. Te pesqué y nos fuimos a Lo Valledor a buscar pega con mis amigos que hice cuando trabaje allá. Gente increíble. Pato, es puro trabajo y depende de ti. Te vas a hacer tus luquitas, pero todo depende de tu esfuerzo. Estas con pega, y ahora hay que crecer y dejar de ser víctima. Ya estas grande, y yo creo en ti. No me defraudes y harta fuerza y a trabajar se ha dicho. Te quiero mucho y te quiero ver hombre grande y responsable.

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  3. Mi querido guatón, se suicidó unos años despues, eso supimos y nos despedimos de el por facebook y muuuchos amigos le dieron su cariño por esa vía social.
    Es muy triste tener que escribir esto, pero se que descanso y ya está en paz.

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