jueves, 6 de agosto de 2009

LOS TALLERES DE ARTE

 (Con el instinto de supervivencia de estos niños, han crecido como unos tremendos creadores...
Lo que creimos teniamos que enseñarles, resultó que no era
nada nuevo para ellos...)
 




Taller para construír un ruco que los protegiera 

Cada día más involucrados con los niñós necesitabamos y queríamos hacer algo por ellos, pero los recursos económicos eran pocos, y no teníamos personalidad jurídica como para pedir donaciones directamente a las empresas. Al mismo tiempo que seguíamos reuniéndonos en mi casa, para lograr crear instancias de encuentros y de ayuda para ellos, estábamos un poquito enamorados de los niños, y no queríamos dejarlos solos,  nos dividimos los días y cada día de la semana había alguno de nosotros,  visitando a los niños y ayudándolos en lo que necesitaran. En mi caso, con problemas en casa, y con tanto niño, no me era muy fácil ordenarme para visitar la caleta, así es que cuando podía partía con algo de comida y los despertaba para alimentarlos y chacotearnos un ratito.
Pero un día, no dimos más, y como teníamos claro como vivían, en un costado del río Mapocho, en un verdor que había, en la esquina de Vivaceta con la carretera, no sé cuál, tirados unos colchones en el suelo, y protegidos con plásticos, decidimos en una de las reuniones, crear un proyecto de talleres de arte, el que consistía en mejorar su ruco, y armarlo de manera que fuera más sólido para que estuvieran más seguros.
 Todo resultó muy bien, quedamos a cargo con el Carlitos de mover a los niños y enseñarles a construir un ruco con materiales que consiguieron  los demás. No sé cómo, en un momento teníamos las maderas, clavos, sierras, martillos, zinc para el techo, y llegó el gran día en que teníamos que empezar con ellos a mejorar su ruco. No teníamos dinero como para funcionar, pero con la buena voluntad de todos, empezamos a trabajar, primero limpiando todo,  amigos con buena voluntad consiguieron que les fueron a desinfectar todo el lugar y una vez desinfectado, desarmamos todos los cachureos, ropas y perritos que circulaban por ahí, y quedó todo impeke, para empezar.
Los niños reaccionaron inmediatamente, todos nos organizamos y comenzó la tarea. Pensamos que iba a ser más difícil moverlos, pero no fue así. Creímos que sobre construcción no sabían nada… pero nos equivocamos, cada uno tomó los materiales, y sabían perfectamente qué hacer, y trabajamos durante dos días completos, ellos, con mucha paciencia, ya que todo lo que quedaba a medias, los perjudicaba más , porque tenían que dormir ahí entremedio de la obra. Gracias a los hombres que nos acompañaron, Carlitos, y nuestro querido amigo francés, Gregoire, quienes fueron los jefes de obra, el ruco quedó listo en dos días, sólido, armado y hasta con una puerta para que los niños tuvieran privacidad. Hicimos lo que pudimos, y resultó una pieza de más o menos 3 x 4 metros dónde los niños instalaron todos sus colchones, bajo un techo de zinc que los protegía de la lluvia. Cometimos algunos errores, una ventana muy grande, y sin vidrio, así es que nos alegaron harto para el invierno por el frío. Pero ellos corrigieron rápidamente ese error pegando plásticos y colgando frazadas en ese hueco. En realidad creímos que la pieza era muy ahogante, y esa fue nuestra intención… además del susto que se quemaran con tantos bidones de bencina que circulaban dentro, y los cigarros y otras cuestiones que estos niños comparten cuando nosotros no estamos. No somos ciegos a su forma de vida. Sólo les pedimos que traten de dejar sus vicios (que no son nada más que formas de evasión y de pasar el día, sin nada para comer, ni qué hacer...) por un ratito para poder conversar y regalonear. Estar ahí con ellos es una experiencia increíble, se alegran de que vayas y compartas con ellos, pero a veces no te pescan, tienen malos días y les basta con tu presencia, sin que los molestes mucho… y así aprendimos a querernos. Sólo sintiendo que estamos, y que cuentan con nosotros, por ahora, desde ahí, desde su ruco. Cada uno de nosotros tenía su vida, pero ya estábamos involucrados con los niños de la caleta del puente Bulnes, y formaban parte de nuestras vidas. Ya nunca más éramos las mismas personas, habíamos entrado en un mundo increíble que no conocíamos y que era mucho más cercano a nosotros de lo que nunca imaginamos. Ese era el mundo real, los niños vivían la vida tal como les llegaba y no podía ser más primitiva y natural.




 Tarjetas de Navidad

Nuevamente nos reunimos en mi casa, y muy conformes y felices con la experiencia de arreglar el ruco de los niños, creamos otro taller que nos iba a mantener más tiempo juntos y al mismo tiempo podíamos sacarlos de su dolorosa cotidianeidad y darles afecto y alimento para que no estuvieran tan dejados. El taller consistía en dibujar y pintar motivos de navidad para luego convertir los dibujos en tarjetas de pascua para así tener algún sustento para seguir trabajando. Ideé un proyecto para esto, y lo hice con mucho entusiasmo. Me fascinaba la idea de tenerlos cerca, sentir que algo concreto se hacía, y una vez más, a través del arte que es mi pasión, poder lograr un encuentro y un vínculo más estrecho, más real y por lo tanto poder hacer algo por ellos aunque fuera por un tiempo. El proyecto era el siguiente:

El proyecto “Tarjetas de Navidad” duraba un mes. Los días martes y los jueves de 9 de la mañana a 6 de la tarde. Puse mi casa como taller, y gracias a la generosidad de uno de los participantes de nuestro equipo, Mario Tornero, quién sacó de su bolsillo los 200.000.- pesos que costaba toda la logística, comenzamos felices a trabajar. En la calle Meiggs compramos todos los materiales, tanto de pintura como de casa para atenderlos y darles comida en platos y vasos de plástico.

Fuimos a hablar con los niños para prepararlos y avisarles que los íbamos a ir a buscar para traerlos a mi casa. El día anterior, prepararon un cocimiento, para que durmieran bien, y pudieran levantarse temprano. Las noches de estos niños no tienen horario, ya que por el frío, circulan hasta tarde en la calle macheteando, y a veces se van al ruco para drogarse y tomarse unos tragos para pasar el frío. La idea era distraerlos y cansarlos para que durmieran harto y poder despertarlos más o menos temprano. La verdad es que con estos niños, uno dispone tiempos y se programa, pero ellos tienen su forma, y siempre tienes que cambiar los planes y adecuarlos a ellos. El primer martes partí tempranito a buscarlos. Tipo nueve de la mañana. Carlos se quedó en la casa convirtiendo el living en un gran taller de trabajo, forró el piso con plástico, y corrió los muebles. A cada niño le compramos una tabla de trupán para que usaran de tablero, y cada niño tenía listo los materiales. Cada uno con su bloc de dibujo, pinceles y témperas.

Llegué a la caleta y no se veía un alma. Toqué la bocina, y nadie se asomó. Me bajé y golpeé la puerta. Algunos murmullos… - tamos durmiendo... Entré. Niños los vengo a buscar. ¿Estamos listos? Hoy es el gran día... Debajo de las frazadas se aparecieron unas cabecitas… ¡hola tía loca! - vamos niños, a levantarse. Los espero afuera. De a poco fueron saliendo a medio vestir... - tía, es muy temprano, tu estai loca!! - Vamos, lo vamos a pasar súper bien, tenemos un rico desayuno preparado para ustedes. A subirse al auto. Un poco desganados y muertos de sueño, obedecieron. Era un compromiso, y estos niños cumplen. Se subieron como 9 niños al auto, y partimos felices. Lo primero, y lo que no perdonan en un auto: La radio. Tengo que comentar que yo odiaba el reggaetón antes de conocer a estos niños. Me reventaba la cabeza. Pero ahora, con el tiempo, me fascina escucharlo. Me remonto a ese tiempo, escucho las voces, escucho la letra, y me acuerdo de los niños del puente, de sus historias, de su alegría, de sus amores. Antes nunca me detenía ni a escuchar la letra de la canción solo me retumbaban los bajos y los tambores en los oídos, y tenía que volar a apagar la radio. Hoy lo escucho y no puedo más que sonreír, o llorar, según como esté... y le pido a Dios que estén donde estén, los cuide y los regalonee. Al final, te acostumbras a perderles la pista, su paradero es a veces muy inestable, y uno se relaciona con cada uno de ellos, y en estos momentos en que escribo, hay varios que no sabemos donde están. Hay varios en la Penitenciaría, otros que están por ahí o algunos han vuelto a sus casas, por un rato, o están en alguna casa de acogida. Todo esto se ha diluido debido a causas que no pudimos manejar, y pasó lo que tenía que pasar, y no pudimos realizar nuestro sueño, todavía. Aún luchamos, pero ha pasado el tiempo, y ha sido muy difícil mantenerlos a todos con nosotros. Por todo esto, el reggaetón, me los recuerda a todos y a cada uno de ellos. Bueno pero más adelante entenderán a lo que me refiero. En mi auto, manejando como pude, con 9 niños arriba, la música reggaetón a todo volumen, atravesé el centro derecho para mi casa al taller de Arte. El corazón se me salía por la boca. En la casa, el Carlos nos tenía un rico desayuno, con cereales, leche y sándwiches para todos. No todos tomaron desayuno, no todos tomaron leche, no todos comieron cereales. Tuvimos que cambiar el menú, y a algunos darles café para que despertaran y pasaran la mona de la noche anterior. Después de comer algo, todos pidieron la ducha para bañarse y despertar. Así es que primer cambio de nuestros planes, a bañarse y a lavarles la ropa que es lo que mas les interesa. La higiene y andar limpios es lo que más les importa. Pasamos media mañana en eso, sacando toallas para todos, inventándolas, y pasándoles ropa limpia, mientras la de ellos se lavaba y se secaba. Mis niños estaban en el colegio, así es que pudimos dedicarnos con el Carlos a todos estos quehaceres sin problemas. Nuestra idea era motivarlos con música navideña, villancicos, y música new age, para tranquilizarlos. No pudimos mucho, porque descubrieron los CDs de reggaetón de la Camila, mi hija, y los pusieron a todo volumen. Segundo cambio de planes. El reggaetón los motivaba, y lejos de lo que pensábamos, se concentraron, y se pusieron a dibujar y a pintar primero, lo que ellos querían pintar y nada con el tema de la Navidad. Este tema también era un poco conflictivo, y difícil de llevar con estos niños. Algunos no sabían de Jesús, otros no les interesaba mucho, y no podíamos apelar a regalos ni a comidas de navidad, se entiende el motivo. Así es que conversamos sobre la humildad del nacimiento de Jesús, en una caleta (pesebre), y sobre el mensaje de amor que nos dejó como persona y como súper héroe y también porqué no decirlo, los motivó la platita que iban a ganar con la venta de las tarjetas de navidad. Así logramos que dibujaran motivos navideños, los que conocen muy bien, ya que no están ajenos a lo que sucede. Nos reímos harto, cuando divertidos dibujaron y pintaron los adornos navideños que no eran más que ramitas de marihuana. Yo no la distinguía como diseño, así es que me hicieron harto lesa. Pero eran ramas lindas y muy decorativas, así es que como artista liberal y amante de la belleza, dejé pasar el tema, y después vería cómo las arreglaríamos. Era un poco paradójico, o absurdo hablarles a los niños de la calle sobre la navidad, si para uno es un poquito frustrante en lo que se ha convertido en estos tiempos este tema, toda la vorágine de compras y de movimiento comercial que se produce... para ellos, todo esto era inalcanzable y más frustrante aún. Tampoco se puede tocar el tema de la familia, sus familias están todas disgregadas, desarmadas, con sus papás si es que existen en la cárcel, o enfermos de drogados o borrachos, sus mamás, golpeadas, muertas o prostitutas... El tema es muy jodido como para tocarlo con ellos. Pero no son cartuchos, y algunos hablan sobre sus experiencias, y eso si, hay que saber escucharlos. Es un regalo maravilloso que abran sus corazoncitos contigo, ya que no suelen hacerlo con nadie. Este primer día de taller, entonces fue súper enriquecedor para nosotros. Pudimos ser parte un ratito de las vidas de los niños, y lo más importante, pudimos distraerlos y alimentarlos, que también era un objetivo importante del proyecto. Después de pintar un rato, les dimos un recreo, en el que jugaron ping-pong, taca-taca, y comieron ricos sándwiches onda mac donald, hamburguesas con lechuga y tomate, y los aderezos típicos que tanto les gustan. Como todo niño, también son mañosos para comer. Uno cree que por el hecho de ser comida, van a comerse lo que les demos, entregados y agradecidos. Como ya los conocíamos, y al principio les dábamos para alimentarlos comida casera, vitamínica y todo eso, no nos pescaron y nos devolvían los platos enojadísimos, Los niños de la calle, puedo decir, no se diferencian en nada de los míos, son niños, y siguen siéndolo a pesar de lo dura que es la vida para ellos. Toda esta aprehensión que uno tiene, cuando quiere darles lo mejor a los que quiere, y prepara, por ejemplo, lentejas para que crezcan sanos y coman legumbres y toda esa parafernalia, se va a la punta del cerro. Muchas mamás que lean estas palabras van a entender perfectamente a lo que me refiero. En todos estos detalles está la experiencia que adquirimos día a día con ellos. Son niños y los niños son niños donde estén y cómo estén, ahí está la crueldad y lo que significa realmente que vivan abusados y maltratados por los adultos y por la sociedad. Ellos son felices con la más mínima manifestación de cariño y de afecto... se entretienen fácilmente, y no son difíciles de conquistar si de verdad te lo propones. No es fácil engañarlos, no es fácil que ellos no se den cuenta de tus intenciones. Son niños, y por eso, sus ojitos tienen una mirada transparente y transparentan todo lo que ven. Lo malo que a ellos les sucede, las maldades que la gente adulta hace con ellos, no es que no se den cuenta, sino que no les queda otra salida que aceptar lo que venga, y estos niños saben cómo hacerlo, se dejan abusar para sobrevivir, y saben sacar provecho, si se puede llamar así, de estas situaciones. Un provecho económico, nada más, porque el daño se les produce igual y cargan con él por el resto de sus vidas. El compromiso que fuimos adquiriendo con ellos fue cada vez más estrecho, y más serio. No íbamos a poder dejarlos nunca más solos. Así somos, así soy yo, así es la Pía, así era el equipo que conformamos. Los que no lo sentían así, fueron quedando en el camino. En mi caso, pude descubrir cuál era mi pasión y quizás mi misión, la vida me cambió, y nunca más fui la misma después de conocer a estos maravillosos niños. Nunca más viviría tranquila si no los teníamos protegidos en algún lugar, y si no sabía más de sus vidas. Es por eso que más adelante, les voy a contar lo que me sucedió. Vamos por orden. El primer día de taller fue todo un éxito. Los niños estuvieron muy bien, cumplieron con las tareas que les dimos, y ya en la tarde, después de darles unas suculentas onces, partí a dejarlos de vuelta a la caleta. Esta parte era la más difícil para mí. Pues tenía que dejarlos denuevo en la calle, y no sabía qué pasaría esa noche o al día siguiente con ellos. Tía, nos vemos el jueves denuevo... te esperamos... casi les costó darse cuenta que íbamos a pasar un día entero sin taller. Pero estos niños son fuertes y son escurridizos, no hice más que dejarlos en la caleta, y ya empezaron a desaparecer algunos, otros se fueron a dormir un poco, y otros tomaron sus bidones de gasolina o botellas de tolueno, y continuaron con sus vidas. Yo, tranquila porque por lo menos un día los tuve para mí, los alimenté y los regaloneé un ratito. Cansada igual, porque estos niños requieren atención en todo momento, y como no los conocía en su comportamiento cotidiano, tuvimos que estar alertas que no hicieran alguna maldad. Pero eso no ocurrió, fuera de que cuando llegué a la casa de vuelta, me habían sacado una botella de Bailey, y el detergente para seguir lavando su ropa en la caleta. Me sonreí al darme cuenta, ya que eso no es nada, pensando que son niños que roban para sobrevivir, y que todo pudo haber sido más complicado. Pero no me cupo la menor duda de que esas cosas no iban a suceder. El taller de Tarjetas de Navidad, se realizó religiosamente todos los martes y jueves durante un mes, sin ningún problema, los niños cada día venían con más ganas y mejor se portaban. Lo difícil fue terminarlo y no encontrar otra manera de tenerlos cerquita como los tuvimos en esa oportunidad. No teníamos recursos para seguir, y desgraciadamente nuestro equipo, cada uno con sus vidas teníamos que compatibilizar este sueño con nuestras propias vidas y nuestros trabajos. No había mucho tiempo, personalmente, tenía que buscar trabajo para mantener mi casa, y ya no podía darles tanto tiempo a los niños de la caleta.





Las Obras





Los niños trabajando en mi casa 



También hicimos "recreos" deportivos


 







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